Bangkok es una ciudad que a primera vista parece inmensa y caótica, sucia y sobrecogedora, pero una vez te internas en ella y empiezas a sumergirte en su atmósfera, te das cuenta de las sutilezas que componen su encanto, de los remansos de paz entre las muchedumbres, de la mística extraña que emana la ciudad de los ángeles. Cuando quieres darte cuenta, estás atrapado para siempre, Bangkok te ha enamorado.La conexión entre lo mundano y lo sagrado está presente en todo momento en Bangkok, la religión juega un papel muy importante en el día a día de la sociendad y eso es palpable en la belleza de sus templos, en la presencia constante de monjes que pasean por sus calles, en la ubicuidad de los altares de ofrendas que emanan olores a incienso y frutas. Para los turistas, la principal función de un templo es el sosiego y la paz que representan frente al bullicio de las subrepobladas calles, es obvio que para los tailandeses los templos son mucho más.
Las calles de Bangkok son el más absoluto caos, el tráfico circula en todas las direcciones sin ton ni son.
Como una Venecia venida a menos, Bangkok cuenta con infinidad de canales que la recorren.
La ciudad nueva se cierne sobre los callejones de la antigua, acechante. La modernidad no espera.
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